Precursora en técnicas de agricultura para la producción de frutas ecológicas en Tenerife, La Calabacera es todo un referente para restaurantes Michelin, hoteles 5 estrellas, mercados locales y consumidores finales que buscan ingredientes naturales. Desde que nuestro resort comenzó a impulsar hábitos saludables entre huéspedes y propietarios, esta finca ha sido una gran cómplice en la preparación de recetas y organización de eventos personalizados para nuestras Abama Wellness Weeks. Así que hoy hemos querido descubrir cuál es el secreto de sus productos y para ello hemos hablado con su propietaria, Dulce Acevedo.
Hace ya 18 años que ella y su marido, José Luis García Estrada, hicieron una apuesta por la producción orgánica y aunque en aquel momento no había mucha documentación, Dulce se empeñó en dar un paso al frente. “En el año 2005 ponías “plátanos ecológicos” en Internet y había cuatro artículos sobre el tema. Ni los técnicos sabían mucho al respecto, pero cuando decidimos dar el salto a lo ecológico lo tenía muy claro. Fui perdiendo el miedo y daba pasos hacia adelante para aprender, para mejorar”, explica Dulce.
Sus conocimientos en química, gracias a los años dedicados a la carrera de Farmacia, fueron una buena base para comenzar pero reconoce que el ensayo-error ha sido primordial en el proceso. De hecho, cada vez que le preguntan por el éxito de La Calabacera, Dulce lo resume en dos factores: la observación, porque tienes que estar en el campo viendo lo que está sucediendo con las frutas ecológicas y la segunda es no permitir nunca que una plaga se ponga por encima de ti. El trabajo, certificado por el Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria, no solamente se refleja en los cultivos, 100% libres de químicos, sino en el cariño y la dedicación a cada uno de sus proyectos.
Las claves del éxito
La finca, que figura en la historia familiar desde 1912, ha sido testigo de la evolución de las técnicas agrícolas de cada época. De modo que transformarla en un terreno libre de fertilizantes y pesticidas químicos supuso una depuración importante. “Cuando dejas de añadir venenos a la tierra, los tres primeros años son muy duros pero el suelo se va limpiando y vas encontrando de nuevo el equilibrio”.
Esta estabilidad les ha permitido generar un ecosistema en el que conviven plátanos con cítricos, verduras y frutas subtropicales bajo el mismo sistema de riego. “Por supuesto el plátano consume más agua, pero todo el sistema de riego es por goteo lo que garantiza que se pierda muy poca cantidad de agua. En eso somos muy sostenibles. Cuidamos que el agua sea totalmente eficiente y que no percole, es decir, que no vaya más allá de los 70 cms de profundidad donde ya no hay ni una sola raíz”.
Con fertilizantes naturales provenientes del estiércol y restos de poda, el reciclaje de residuos propios y de los vecinos y el aprovechamiento de todos los recursos disponibles, La Calabacera es un ejemplo de economía circular, estrechamente vinculado con la región. “Ya estamos en el futuro, trabajando en asocio con otras empresas de la zona para conseguir procesos más sostenibles. Por ejemplo, Abama Resort me da clientes y yo les doy un buen producto para que coman sano. Pero además, cuando nos falta verde para el compost, traemos restos de sus cortes de césped y de poda”. Un ciclo completo del que todos se benefician.
Una mesa completa
De los 150.000 m2 de La Calabacera, 130.000 m2 están dedicados al cultivo del plátano, pero hay otros productos como la papaya, la manga, el zapote o la carambola, entre otras frutas tropicales, que también sorprenden a quien las prueba por la textura, sabor y olor que desprenden.
“La fruta ecológica no solo es mucho más sana, sino que a primera vista ya notas que es diferente”. De hecho, ella define un recorrido por su finca como un “paseo por los sentidos” porque las frutas gozan de una textura consistente, un aroma intenso y un sabor contundente. Además, una vez recogidas, se conservan durante mucho más tiempo gracias a la menor cantidad de agua y la mayor presencia de nitritos y nitratos en su composición.
Bajo el lema “de la tierra a tu mesa”, La Calabacera genera unos 700.000 kilos de plátano al año, 50.000 kilos de papaya y un amplio catálogo de otras frutas y verduras que, aunque en menor cantidad, también destacan en una comida saludable. Bajo el sello Bodegas Estrada, la finca produce un vino seco de color rosáceo con uva marmajuelo cultivada en su terreno y un vino tinto con uva tintilla de La Palma. La caña de azúcar, el café y los huevos de gallinas propias completan la oferta actual, pero la idea de Dulce es cerrar el círculo de la sostenibilidad con la cría de terneras de engorde. De ese modo, el estiércol producido por los animales enriquecería el compost fertilizante orgánico.
Orgullosos de haber expandido el terreno recibido como herencia y del prestigio que ha ganado La Calabacera como propuesta orgánica, Dulce Acevedo y su esposo, José Luis García Estrada, siguen llevando personalmente sus productos a los consumidores y no se cansan de explicar las ventajas de las frutas ecológicas, tanto para el terreno en el que crecen como para el bienestar de las personas. Así lo resume ella: “siempre digo que nosotros cultivamos suelo, no plantas. Si tienes un buen suelo, cualquier cosa que cultives será buena”.